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Kilómetro más difícil en una maratón

KILÓMETRO MÁS DIFÍCIL EN UNA MARATÓN

Cómo no recordar aquel momento imborrable en mi mente. Me había preparado responsable y sacrificadamente durante 16 semanas evitando realizar más kilometrajes de los indicados por nuestros entrenadores, escuchando y recibiendo de manera atenta muchos consejos e informaciones que a medida que se acercaba el momento principal me servirían para poder lograr llegar a la meta.

No tenía ambición aun de hacer una marca respetable o intentar romper el record del equipo, tan solo por mi cerebro pasaba la idea dichosa de cruzar la meta de manera aceptable

Había leído además algunos libros recabando tips para el antes, durante y después de la maratón. Me encontraba totalmente preparado, como si me hubiera convertido en un aplicado estudiante a punto de dar mi examen final. Tenía todo lo necesario: la indumentaria, las zapatillas, mi número, la hidratación conveniente y además algunas otras cosillas que había traído para ayudarme en esta difícil tarea de recorrer los 42.195 metros o las famosas 26 millas.

Había escuchado mil historias del verdadero vía crucis que sentiría al llegar a esos indeseables kilómetro 30 más o menos. Lugar inesperado y sombrío para muchos, donde mis fuerzas me abandonarían, donde mi respiración se haría muy difícil de controlar, donde mis músculos no responderían a las órdenes de mi cerebro y por si fuera poco debía de adecuarme si la temperatura ambiental e interna se elevaba.

 
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En fin hasta sentí miedo de saber que de repente mis pulmones reventarían en esa punto impidiéndome llegar a mi destino. Que más no habría de escuchar. Por ello había cumplido solícitamente con todos los detalles de la preparación. Realmente me sentía preparado para abordar tamaña empresa y así lo estuve aquella mañana fría y neblinosa, el clima invitaba a correr. Me hacía presagiar el logro de tan anhelado sueño, seguí con las indicaciones dadas del calentamiento acompañadas luego de un estiramiento suave hasta lograr ponerme en línea de partida. Antes de escuchar el disparo me entregué a la presencia divina invocándole su presencia junto a mí durante el recorrido como si fuera un plus su divina compañía esta difícil empresa.

No fue difícil oír el disparo de salida, y al hacerlo salí raudo, como impulsado por un resorte, con la mirada en alto cual guerrero ateniense enrumbando a llevar el mensaje divino. Con mis brazos balanceándose lateralmente….mis zancadas amplias y firmes buscando avanzar donde debía ir, esquivando a algunos que estaban delante de mío. Fue así como sin darme cuenta, no pude percatarme de aquel hoyo, de aquel obstáculo que cambiaría este momento en mi vida, fue aquel agujero negro que me hizo tropezar en el asfalto haciendo que cayera como si fuera un elemento rodante al perder el equilibrio solo percibí mi cuerpo golpearse de manera descontrolada de un lado a otro vi de reojo algunos que saltaron por encima de mi cuerpo evitando pisarme de manera descontrolada, puede luego ver como el grupo se alejaba dejándome en el piso sin ayuda con un terrible dolor inaguantable no solo en el alma si no en una parte de mi cuerpo. Mi orgullo me llevo a intentar ponerme de pie pero algo muy sensible y doloroso me impedía hacerlo. Trate vanamente volver a ponerme de pie pero me fue imposible solo pude notar algo terrible mi tobillo empezaba a hincharse descomunalmente. Era como si mi tobillo de pronto tuviera el tamaño del maratón, como si de pronto todas las historias contadas estuvieran acumuladas allí...en mi tobillo, o en eso que parecía serlo.

Era tarde ya veía como la gente avanzaba dejándome en el camino y escuchaba sus voces diciendo cuidado, mala suerte, que pena, en fin que más no escuche. Fue en ese instante donde realmente comprendí y entendí que no había un kilómetro realmente difícil sino que en cualquier kilómetro las cosas podían realmente ponerse difícil.

 
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